Cuando Dios corrió...

27.10.2018

Yo, soy el hijo menor de mi Padre, y quiero contarte mi historia:

En mi casa nunca me hizo falta nada, salvo el deseo de conocer la libertad, estar fuera de casa, conocer otras cosas, hacer lo que yo quería, estaba cansado de la rutina, siempre lo mismo en casa, así que me fui, pero antes de partir le dije a mi padre que me diera mi parte de los bienes que me correspondía; y así fue, me dio mi parte y también a mi hermano mayor, pero yo fui más inteligente (ó al menos eso creí), porque yo lo usé, me largué de la casa sin pensarlo dos veces... a conocer el mundo y la libertad.

Junté todo lo que pude, y me fui bien lejos a una provincia apartada; bebí, comí, conocí lugares y de pronto, no me di cuenta cuando comencé a perderme; mujeres, libertad, vino, todo,.. lo tenía todo, ¿qué más quería?...

Sin mentirles, con el tiempo, no me percaté de lo que gastaba, así que ya casi no tenía nada... para mi sorpresa en la provincia donde estaba vino una gran hambre, tanto que nisiquiera tenía para escapar de ahí, ni comer ni beber, que loco es despertar y de repente toda esa libertad se convierte en una prisión de carencias y miedos, de vacíos y soledad...

Me puse a pensar en cómo salir de eso, así que me arrimé a uno de los ciudadanos de la provincia, que por cierto parecía vivir muy bien, él me envió a apacentar sus cerdos, el muy descarado no pudo mandarme a algo mejor... sin embargo, en mi situación, era lo mejor que podía pasarme... ó al menos era lo que pensaba... llegué a un punto en que tenía tanta hambre que las algarrobas que comían los cerdos, se veían como manjares para mí, deseaba comerlos, sin embargo, ni siquiera los cerdos me daban de lo que comían, ¿pero qué pensaba yo?, estaba loco al pensar que los cerdos sentirían compasión de mí... tan bajo había caído... ¿qué rayos me pasaba?... de verdad había perdido hasta la noción de lo que la vida era, y cuando volví en mí, pensé en la cantidad de jornaleros que tenía en casa de mi padre, la abundancia de pan y todo lo que allí tenía, y yo aquí pereciendo de hambre como un inepto sin sentido...

Así que me armé de valor, me levantaré, dije, e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Y efectivamente, me levanté, y fui a mi padre. Y cuando aún estaba yo lejos, mi padre me vio, y lleno de misericordia, corrió, y se echó sobre mi cuello, y me besó. Y le dije: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.

Uno pensaría que en circunstancias de terquedad y necedad como la mía, un padre saldría corriendo de uno, huyendo de su malvado hijo, pero mi padre corrió hacia a mí, y ese amor me sorprendió... de rodillas avergonzado, entendí lo que era realmente la libertad, la libertad de estar en casa... y por si fuera poco, mi padre dijo a sus siervos, que sacaran el mejor vestido para mí, y puso otra vez el anillo en mi dedo, como señal de alianza entre mi padre y yo, y hasta zapatos me puso, zapatos nuevos. Mató al mejor becerro, el más gordo y comimos y se hizo una fiesta enorme, lo que más admiré de ese momento, fue cuando mi padre gritó: Celebremos, porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y todos se regocijaron...

¿Qué quiso expresar Jesús con ésta parábola?

Lucas 15:11-32

Parábola del hijo pródigo

By: Magdy

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